El Papa Francisco, mientras se encuentra hospitalizado en el hospital Gemelli de Roma, aprobó el decreto para la canonización del beato venezolano José Gregorio Hernández Cisneros.
«Un modelo de santidad comprometido con la defensa de la vida, ante los desafíos de la historia y, en particular, como paradigma del servicio a los demás, como buen samaritano, sin excluir a nadie; “Un hombre de servicio universal”: así definió el Papa Francisco a José Gregorio Hernández Cisneros, el “médico de los pobres” de Venezuela beatificado en 2021, quien pronto será canonizado.
Nacido el 26 de octubre de 1864 en Isnotú, en el estado venezolano de Trujillo, Hernández se graduó con honores en medicina en la Universidad de Caracas. Desde sus inicios se destacó en el ejercicio de su profesión, tanto que en 1889 fue enviado a París para asistir a cursos de perfeccionamiento. Al regresar a su tierra natal, a la edad de 27 años comenzó su carrera universitaria. Con valentía y convicción, testimonia abiertamente su fe, participando diariamente en la celebración eucarística y haciendo la señal de la cruz antes de comenzar las lecciones. También se inscribió en la Tercera Orden Franciscana, siguiendo fielmente su Regla. Pero sobre todo, como médico, favorece a los más necesitados, a quienes no les pide el pago de honorarios, al contrario: se encarga personalmente de comprarles los medicamentos que necesitan. Hombre de fe profunda y fuerte, en 1908 pidió ser acogido en la Certosa di Farneta, cerca de Lucca, y el 20 de agosto del mismo año tomó el hábito, tomando el nombre de Frey Marcello. Sin embargo, su salud no lo soportó y después de nueve meses se vio obligado a regresar a Venezuela, donde se dedicó de lleno a la profesión médica, viviéndola como una verdadera misión. Y es precisamente mientras lleva un medicamento a un enfermo cuando muere repentinamente, atropellado por un coche. Es el 29 de junio de 1919. Treinta mil personas participan en sus funerales y su muerte, tan trágica, aumenta la fama de santidad que le había precedido en vida, tanto que para muchos era ya «el santo de la caridad». El 30 de abril de 2021, en medio de la pandemia del Covid-19, el médico fue beatificado en Caracas; Presidiendo la celebración estuvo el entonces nuncio apostólico en el país latinoamericano, monseñor Aldo Giordano, quien definió como “providencial” elevar a los honores de los altares “a un médico en medio de una pandemia que afecta a toda la humanidad”. En su persona, añade el prelado, «encontramos un gran médico, un científico, un profesor; y al mismo tiempo, la humildad, el rechazo de la arrogancia y la dedicación a los pobres”. En la misma ocasión, con un quirógrafo, el Papa Francisco establece que José Gregorio se convierta en “co-patrono” del ciclo de estudios en Ciencias de la Paz, instituido por el propio Pontífice en la Pontificia Universidad Lateranense en noviembre de 2018. El 2 de mayo, el arzobispo Edgar Peña Parra, sustituto de la Secretaría de Estado y compatriota del beato, presidió la misa de acción de gracias en la parroquia romana de Santa Maria ai Monti, junto a la comunidad del país latinoamericano residente en la ciudad. En su homilía, el prelado destaca las cualidades del fallecido médico, subrayando que “supo utilizar su inteligencia con generosidad, utilizándola como herramienta para servir a los más necesitados”. Científico, se hizo franciscano; médico, se hizo misionero. Rico en talentos, quiso ser hermano de los pobres y por eso dio testimonio de Jesús no con palabras, sino con su vida”. Tres años después, el 26 de marzo de 2024, el entonces arzobispo de Caracas, cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo, solicitó al Papa Francisco y a la Conferencia Episcopal Venezolana proceder a la canonización del beato. Con el tiempo, a su petición se unieron otras cartas postulatorias del nuncio en Caracas y de prelados de Venezuela, España, Colombia, Argentina, Estados Unidos de América, Ecuador y las Antillas Holandesas, lo que demuestra que es conocido mucho más allá de su patria. De hecho, se le venera en centros de salud y hospitales, escuelas y santuarios que exhiben su imagen. Las fotografías colocadas en vehículos y transporte público también demuestran el arraigo de su figura en la cultura venezolana y la piedad popular. Su fama de santidad se manifiesta también en la comunicación de las muchas gracias recibidas y en las peticiones de misas, encomendándose a su intercesión. También fueron numerosas las visitas de fieles tanto al santuario de Isnatù, su ciudad natal, como al altar a él dedicado en la iglesia de la Candelaria en Caracas. También se han atribuido curaciones espirituales y físicas e intervenciones milagrosas a la intercesión del “médico de los pobres”, venerado por su vida ejemplar, impregnada de espíritu de auténtica caridad, de ardor misionero y de testimonio evangélico. La Positiopretende demostrar no sólo la continuidad y el crecimiento del culto que se le tributaba, sino también la fuerza impulsora de su ejemplo y la importancia de su protección e intercesión en la solución de los problemas relacionados con las necesidades de los más necesitados y de los enfermos.