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El fascismo es un movimiento político, una ideología y una forma de gobierno de carácter totalitario, antidemocrático, ultranacionalista y de extrema derecha.
Países como Israel, EEUU, Argentina y Chile han dejado de lado la democracia para establecer el fascismo como sistema de gobierno. Desde que Benito Mussolini acuñó el término en 1919 para describir su movimiento político, los fasci di combattimento o grupos de combate que tomaron el poder en Italia en 1922.
Existen claras particularidades asociadas a esta ideología. Robert O. Paxton, un profesor emérito de historia de la Universidad de Columbia al que se le conoce como el padre de los estudios sobre el fascismo, lo define como un movimiento que; para lavarle la cara, la Fundación para la Educación Económica de España, lo presenta como una forma de práctica política que despierta el entusiasmo popular mediante sofisticadas técnicas de propaganda de un programa nacionalista antiliberal, anti socialista, violentamente excluyente y expansionista. Como movimiento nacionalista de masas, pretende restaurar a un país mediante la expansión, los ataques violentos a los enemigos, tanto internos como externos para finalmente sustituir la democracia.
Uno de los atributos distintivos del fascismo, en su concepción originaria y en su contextualización contemporánea, es el exterminio, desaparición o supresión del «otro», del que es «distinto» al fascista. Esta es la raíz de las prácticas discriminatorias; por ejemplo, durante el holocausto contra judíos, comunistas, gitanos, homosexuales y otros durante la Segunda Guerra Mundial.
También, la política española Ana Montes, Máster en Relaciones Internacionales y Diplomacia en la Escuela Diplomática y Política, explicó en 1998 que “el fascismo como ideología sí está presente entre la población, y tiene los mismos enemigos de antaño, fruto de su racismo violento. Por ejemplo, el supremacismo blanco de EEUU ataca a los afroamericanos, en Europa central los grupos y partidos políticos de extrema derecha apuntan a musulmanes, inmigrantes y en Europa del Este señalan a los judíos y occidentales”.
Tal como en la Alemania nazi o en la Italia fascista, sus rasgos comunes siguen siendo el corporativismo capitalista, el ultranacionalismo, el racismo, los sentimientos de superioridad genética, el clasismo, la exaltación de idearios conservadores como la religión, el ejercicio de poder por vía de la represión, la destrucción del sentido democrático, la aniquilación de los derechos sociales, la persecución a las ideas socialdemócratas y comunistas o aquellas que integran el espectro de la izquierda.
Pero estas prácticas se han reproducido de muchas formas en otros contextos mediante la «eliminación», «desaparición» o «erradicación» de antagonistas políticos por parte de las extremas derechas, como en Argentina con Videla o en Chile con Pinochet, donde aplicaron acciones para la aniquilación o supresión de a quienes consideraban «diferentes» por razones ideológicas, en este caso las ideologías de izquierda.
Una nueva variedad de fascismo: Los «libertarios»
En una investigación realizada por Misión Verdad, llamada “El fascismo: sus orígenes y denominaciones contemporáneas” explica que “la crisis política transversal de los sistemas de representación política tradicional, que incluye la pérdida de credibilidad en los modelos, ofertas de gobiernos y respuestas ante las crisis por parte de los partidos y líderes conservadores, socialdemócratas e izquierdas tradicionales está generando un nuevo hito: el surgimiento de las ultraderechas disruptivas, representadas por líderes autodenominados libertarios».
El fenómeno en la representatividad política ha tenido a actores políticos concretos como Donald Trump en EEUU, Jair Bolsonaro en Brasil, Javier Milei en Argentina y otros grupos de factores políticos que han disputado lugares en la política internacional bajo una denominación de «derecha alternativa».
Este nuevo tipo de derecha, con tintes abiertamente protofascistas, con ideologías y movimientos predecesores directos que influyeron y formaron la base del fascismo, recoge radicalismos de esos extremistas que incluyen una agenda de antiderechos tremendamente sectaria.
Ahora, se presentan como una derecha con una narrativa pública ligada a personajes de gran show, con poco o ningún conocimiento político, pero que llegan a los cargos públicos por el hastío de los Pueblos frente a la falta de soluciones desde las propuestas tradicionales.
Sin embargo, es una oferta política engañosa y sumamente peligrosa; hemos visto sujetos como Trump, Bolsonaro, Milei e incluso Bukele, sostienen vínculos con las élites políticas, su ideología «libertaria» se basa en defender los valores de la libre empresa y del resguardo de la propiedad privada y en la práctica reproducen la ideología neoliberal.
Los rasgos comunes entre estos actores desembocan en prácticas y declaraciones signadas por el racismo, medidas antimigratorias selectivas fundadas por raza y procedencia, el clasismo, la aporofobia, eliminación de derechos sociales y reducción del Estado, el conservadurismo moral, destrucción de derechos sociales adquiridos por la diversidad, y la aplicación de políticas de libertinaje empresarial con miras a desaparecer las funciones regulatorias de los Estados, entre otros.
Pero, además, recalcó la investigación de Misión Verdad, que se trata de gobiernos que han promovido el corporativismo en la vida económica y el servilismo al modelo imperial estadounidense, mediante el culto belicista y de imperialismo económico que ejerce la élite occidental contra el resto del mundo.
Por lo tanto, debe considerarse que los partidos, organizaciones y actores políticos de la llamada «nueva derecha libertaria» son en realidad nuevas versiones más extremas de las derechas tradicionales, una adaptación actual y mimetización más sofisticada de las ideologías fascistas en los contextos políticos del tiempo presente.
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AMELYREN BASABE / REDACCIÓN MAZO