¿Recuerdan cuando los presidentes de Colombia, Panamá, Perú, Ecuador, Chile y funcionarios del gobierno de Estados Unidos invitaban a la ciudadanía venezolana a emigrar? Decían que serían bienvenidos y hasta tomaron algunas medidas legales que servirían para facilitar el ingreso de venezolanas y venezolanos a esos países.
Tales invitaciones se realizaban en el contexto de las enormes dificultades creadas por la agresión económica y el bloqueo impuesto por Estados Unidos a nuestro país. Invitaban porque querían crear un expediente de “crisis humanitaria” en Venezuela y requerían de altas cifras de migración. En el proceso, también calcularon que podría ser un negocio rentable. Duque, entonces presidente de Colombia, y varios capos de la mafia ultraderechista venezolana consiguieron ingentes cantidades de dinero para supuestamente atender las necesidades de nuestras hermanas y hermanos, las que nunca fueron atendidas.
¿Recuerdan ustedes que en aquel momento se alegaba que las vidas de estas personas estaban en riesgo porque supuestamente eran perseguidas en Venezuela? Ahora han cambiado el relato. Lo ha cambiado Estados Unidos, pero también lo ha cambiado la ultraderecha venezolana. Los emigrantes venezolanos no son ya presentados como víctimas.
Quieren señalarlos como victimarios, como supuestos integrantes de una banda criminal. Allá sí es cierto que son perseguidos.
Seguramente que existe un cálculo político en todo esto. Si bien fue lucrativo en lo económico, la migración promovida por la ultraderecha seguramente es percibida ahora como un factor que ha disminuido sus posibilidades de convocatoria en movilización y en votos. Quizá la apuesta de estos criminales de la política vaya en esta dirección y tratan de conseguirla con sus recursos intelectuales y políticos habituales, es decir, con un profundo menosprecio por el pueblo. Un menosprecio que alcanza incluso a quienes les apoyan.
Nadie de la ultraderecha condena que Estados Unidos recurra a una ley de los tiempos del llamado “Salvaje Oeste”, totalmente ajena al mínimo respeto por los Derechos Humanos. Tampoco cuestionan el negocio del raro de Bukele, con su apariencia de protagonista de “Los Juegos del Hambre”, quien presenta a venezolanos siendo tratados en El Salvador con la misma simbología con que los nazis recluían a los prisioneros políticos y a las minorías perseguidas. Esas personas maltratadas allá, son nuestras hermanas y hermanos.
Por Freddy Fernández/@filoyborde
De Trova y Prosa/Publicado en CO
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